(¡Luna en Piscis conjunción Júpiter como tu MADRE tenias que ser!)
Ella no se tomó un cuartito de Rivotril como cualquier hijo de vecino que no pega un ojo, ella se tomó TODA LA BENDITA CAJA de Rivotril (y no la internaron para hacerle un lavaje de estómago porque San Expedito la ayudó). Ella no se cuida la piel de las quemaduras, ella le tiene un ODIO FEROZ a los rayos ultravioletas. Ella no solamente que es vegetariana, ella LLORA A MARES por cada vaca de este mundo que termina en sandwich. Ella no mira para abajo cuando alguien le dice un piropo abusivo, ella le tira en la cara la colilla del cigarrillo, para luego escupirlo, para luego trompearlo a carterazos para luego gritarle “¡fooooorro, con ese pito corto a esta flor de concha me venís!”
Quiero rendir homenaje aquí, a esas mujeres histriónicas y sobreactuadas, que no importa que se vistan de mil colores o de un solo color, de negro amargo como la vida, de minifalda o pantalón ancho, de frac o camisola, siempre llaman la atención y se ponen en ese lugar protagónico frente al cual no aplaudir o no llorar con ellas, hace quedar como un reverendo hijo de puta al escuchante. En cualquier reunión social o encuentro grupal ellas se suben al escenario desplegando una batería de anécdotas imposibles, que rozan lo ilegal o lo mentiroso, y que siempre tienen un nudo de conflicto irresuelto. Muchas veces llegan a los recursos más bajos para sostener la escucha, son expertas en sostener la tensión indefinidamente y hasta saben cómo dar un golpe de gracia cuando parece que todo está perdido o cuando alguien osa pegar un bostezo frente a sus relatos. Aunque el mismo hilo las atraviesa, un narcisismo empedernido sostenido de auto imagen autoerotizada y perversa (si, perversa) hay diferentes estilos de Drama Queens y sabores, para todos los gustos. Las hay de las que cuentan sus penas a los cuatro vientos y siempre llevan a mano los pañuelos descartables, las hay de las que siempre están de duelo, recordando a un familiar o mascota que ya no está pero del que guardan una foto en la cartera, las hay de las que siempre están enfermas o incubando una enfermedad extraña y maligna, las hay de las que siempre se sienten abandonadas y cuentan cómo se sentaron solas para hablar con el de la barra de tragos. Las hay de las que llevan una vida de tango, porque la vida las golpeó y se hicieron barriobajeras y gritonas. Las hay miedosas, que mutan el rostro cada vez que cae un rayo durante una tormenta y abren la boca de sorpresa y de terror, como si alguien las estuviera filmando a escondidas con una cámara en la habitación para hacer una película de Hitchcock. Las hay victimizadas y delirantes, pisoteadas por el patriarcado o el capitalismo, haciendo la señal de la cruz frente a los poderes estatales. Las hay noveleras y románticas, infantiles, esperando el príncipe azul a los 45, esperando ir vírgenes al altar, esperando, mientras tejen, al príncipe sapo con cara de control remoto para que les de de comer y las pasee en su carruaje modelo 86. Las hay sufrientes de penas de amor, engañadas, abandonadas, dejadas, humilladas, ignoradas, suplicantes, a la espera de un llamado, de un ringtone que suene y les cambie la vida, de un mail o un mensaje de Facebook que las saque de su rutina, de una amiga que les ponga la oreja, de una pastillita o una yerbita que las haga irse del mundo. Las hay divertidas, insoportables, mentirosas, las hay exageradas, cuenteras, las hay irónicas, las hay inteligentes y conscientemente cuestionadoras. Hay Drama Queens que, asumiendo su papel, son heroínas de Hollywood caminando por las calles de Once, arrastrando el chango y con el maquillaje corrido, enredadas en boas y plumas de colores, parodiando a todo el mundo, haciendo reír a las baldozas, a los baldazos, canchereando desparpajo, desenfreno sexual, o melodrama. Hay algunas que piensan que para ser Marilyn no tienen que ser bellas y glamorosas, sino darse con pastillas hasta quedar muertas. Otras que se desmayan para que las abracen, que van al médico para que las escuche en su infinito rosario de dolencias psiquicas, que osarían caminar desnudas por las calles para que las crean demasiado enfermas o demasiado desinhibidas, otras quejosas, otras vuelteras, otras dramáticas, otras misteriosas o escondedoras de misterios y secretos claramente inexistentes.
Por último, el llanto es el condimento indispensable de
Queridas girondianas, cuanta emoción, acá tienen un pañuelo para secarse, que los mocos verdes nunca quedaron glamorosos en la pantalla grande.
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